Me las prometía muy feliz hasta que estos dos trúhanes de compañeros que tengo descubrieron mi plan. Yo pensé: esta semana que viene no hago yo el programa, lo hacen ellos solitos, lo hacen extraordinariamente, les gusta un montón, les llueven muy buenas críticas y me echan del programa. Pero nada, me han pillado, y ahora otra vez no tengo una coartada creíble.
Así que mis días, que podían haber sido casi eternos, en la playa, leyendo mis libros, escuchando nuestra música, disfrutando de las bellas vistas se han acabado de golpe. Ya no volveré a disfrutar de todo el trajín de Salou; esas noches en que casi no duermes porque una banda de “hooligans” te berrea bajo tu ventana durante más de media hora, porque cuando ya te has dormido definitivamente pasa la máquina barredora a las 8 y te acaba de machacar. O esos momentos en la playa tan estupendos hasta que viene ese niño ruso con los manguitos hasta el sobaco, con ese cubito lleno de agua que te cae casi todo encima porque el querubín ha tropezado, o esa familia británica que ha batido este año el récord mundial de ocupación de toldo: 9 personas en menos de 8 m2 y con 3 hamacas dentro, ¡asombroso! O ese lotero bocazas que pregona que nunca ha vendido un premio importante y se ríe de los catalanes en su propia casa, ¡qué gran sentido comercial! O esa promoción de un refresco de naranja con nombre de sol que provoca que haya colas de más de 150 metros a pleno sol para que te den un botellín de nada.
Y así una infinidad de anécdotas que salpican un agradable verano, que ya compartimos otra vez con todos vosotros, si Internet nos deja, claro, porque la semanita acaba con problemas en nuestro servidor. Esperamos que todo vuelva a la normalidad, por favor.
El Cuartelillo. Edición 56 (8 de agosto de 2007)