Y vais a pensar, ¿Y qué esperabas?¿Cómo puedes comparar algo tan diferente? Pues no tengo respuesta a eso, simplemente me dejé llevar por las críticas de sus directos, por la frescura de su disco y porque agotan entradas allá donde van. Y quizá, la razón principal, porque una cree en el destino, y pensó que al enterarse el mismo día de un concierto no anunciado tenía que sentirme muy afortunada, ya que el factor suerte no es lo que más le rodea.
Tras tres teloneros que tenía menos expresión que sus propios muñecos de cera aparecieron ellos. Podría narrar aquí todas mis sensaciones, pero el resumen es Kate Jackson. Quizá Dorian sea la cabeza pensante del grupo pero en el escenario, The Long Blondes es simplemente Kate. Sus movimientos, indumentaria, voz y la sofisticación que desprendía hacía que todos los ojos estuvieran puestos en ella. La Andrey Hepburd de la música brilló por sí misma y, desde luego, fue lo mejor de un concierto en el que la inexperiencia o quizá la desmotivación por el poco público les jugó una mala pasada.
Una pena que de esta manera terminara la racha de conciertos que hemos vivido durante esta etapa, pero esto pasa cuando mezclas grupos tan diferentes. Sabemos que The Long Blondes tienen un camino por recorrer, pero su calidad harán que algún día todas sus canciones movilicen a los espectadores como lo hizo aquel «Onces and never again» en aquel antro irlandés donde los vimos por primera vez y de donde salimos con un sabor de boca un tanto agridulce y unas ganas de un más y mejor.