Lo que ocurre es que hemos ido creciendo, alguno, incluso, madurando y a la gente, en general, le gusta tener vacaciones, pero las de Navidad empiezan a tener muy pocos partidarios.
Y es que la Navidad provoca un “subidón” por decreto que tiene muchas secuelas o, como dicen los cursis militares, daños colaterales. Parece ser que en Navidad todo el mundo ha de estar contento, tiene que sacar lo mejor de sí y ha de relacionarse con cordialidad con el resto de la humanidad.
Oye, y parece que funciona, todo empieza con las dichositas luces navideñas que cual cobayas nos incitan al consumo compulsivo, a la “obligación” de regalar a tus seres queridos o a los no queridos (léase esta plaga moderna del amigo invisible, que al final ni es amigo, ni es invisible).
Luego seguimos con las entrañables cenas de empresa, amigos, equipo deportivo, asociación cultural, etc. Vamos, que tienes 4 ó 5 cenas y, encima, tienes que hablar con Fulánez, con el cual no has hablado nunca y al cual, incluso, odias profundamente.
¿Y qué decir de la cena de Nochebuena o la comida de Navidad? Las parejas tradicionales tienen que elegir entre la suegra o la madre y las parejas más modernas tienen la eterna dicusión de si “cenamos juntos o separados”, para al final de tanta bronca acabar comiendo o cenando siempre separados.
Y una vez metidos ya en el ágape (nos vamos a saltar el tema económico, para evitar suicidios) asistimos a las mejores representaciones teatrales del mundo. ¡Cuánto actor ha perdido Hollywood! Es una noche, o un día, y hay que poner la mejor cara del mundo, te has de preocupar por tus amados seres queridos y está prohibido discutir. Hay que esforzarse porque sólo es una noche, el resto del año ya no hablaremos o lo haremos de tonterías.
Me guardo la última reflexión para esos padres que viven las vacaciones como un castigo, ya que tienen a los niños en casa, no se los pueden encasquetar a nadie y, además, hay que jugar con ellos. Vamos que están como locos para que empiece el cole de nuevo.
No me quiero extender más. Ya sé que me he dejado el perfil de los solitarios, el de los que no tienen hogar y muchos otros. Ya sé que no he hablado de temas económicos, ni de los kilos que has ganado, ni de las resacas que ya no puedes soportar, ni de tu remordimiento por no poder haber escuchado El cuartelillo, ni de los buenos propósitos que quieres alcanzar y que en menos de una semana ya has comprobado que no vas a cumplir y de muchas otra cosas. Lo que está claro es que la Navidad, como mínimo, estresa. ¡Quiero trabajar! Yo acabo de empezar mis vacaciones.