El resultado final de la cumbre ha sido un desastre porque no se han puesto de acuerdo en casi nada. Dos días debatiendo y las posturas siguen encontradas, lo que ocurre es que no hay bandos porque esto es una guerra de todos contra todos. Una lucha con un solo objetivo: que no se acabe el modelo de negocio, es decir, cómo seguir viviendo unos cuantos de nosotros, los consumidores culturales.
A mí lo que verdaderamente me preocupa es que los artistas reciban lo que se merecen por su trabajo creativo. Y me parece que si en esta historia hay una parte más débil, yo creo que los grandes perjudicados son los artistas. Me cuentan que por cada disco que se vende reciben una cantidad muy pequeña, que es ridícula si el disco es promocionado en los medios de comunicación. Con lo cual no entiendo mucho el inmovilismo de muchos artistas famosos que se quejan del pirateo y no de su compañía discográfica. Compañías que se aprovechan de la red para saber qué grupos funcionan para firmarlos en sus sellos (ahí tienes el ejemplo de los Arctic Monkeys). Compañías que tampoco se ponen de acuerdo en si la música ha de tener o no DRM (protección anticopia) porque saben que lo suyo ya no es vender discos.
Creo que es el momento de quitarse la venda de los ojos y hablar claramente: la gallina de los huevos de oro en la industria musical está a punto de morir. ¿Por qué? Te voy a dar cinco o seis principios para que reflexiones y te contestes tú mismo/a:
Ahora te toca a ti pensar. Si no estás de acuerdo ya sabes lo que tienes que hacer. Esperamos tus réplicas para mantener vivo el debate.
Special Guest: Leonor!!
NACHO VEGAS. Ocho y medio
Nunca nadie sonó tan triste y tan apasionado a la vez, tan cercano y tan extraño, tan sencillo y tan complicado. Con solo una guitarra y esa voz tan característica, Nacho Vegas eleva la canción de amor al cuadrado. La distancia que golpea, la añoranza de viejas sensaciones y el dolor de la separación serpentean a lo largo de la enorme plegaria que es “Ocho y medio”.
Y la pasión desgarradora juega con el cúmulo de errores cometidos. Y la simple cotidianeidad evoca momentos especiales. Y los surcos bien trazados dejan paso a tierras yermas y a revoluciones. Y dos y dos no son cuatro, ni siquiera ocho y medio. La herida es mucho más profunda.
“Seré muy breve, te quiero y eso duele”.